jueves, noviembre 03, 2011

Fuegos del Sur

Químicamente hablando, el fuego es una reacción de oxidación violenta de cualquier materia combustible, dando como resultado calor, vapor de agua, dióxido de carbono, y por supuesto, llamas.
La combinación táctil (calor)-visual (llamas de colores variados)-auditiva (ruido de los materiales al arder)-olfativa (ese olorcito a humo...) del fuego ha fascinado a la humanidad desde sus orígenes. Conocemos la historia de Prometeo, que creó a los hombres del barro y los convirtió en tales regalándoles el fuego; pero son innumerables los mitos alrededor del mundo y las eras, en los cuales el fuego es el protagonista del inicio de la civilización humana.
Desde las ciencias antropológicas hay también corrientes que aseguran que el pasaje del primate al humano se dio por el control del fuego y por la cocción y preparación de alimentos.
Allí está entonces el fuego y su papel fundador en la historia de la cocina y de la cultura. Fuego y alimento son indisociables. El calor del fuego ha servido para cocinar los alimentos y para reunir alrededor de sus ardientes llamas a los comensales desde los albores de la humanidad.
A lo largo de la historia, el hombre ha sabido manipularlo y utilizarlo de distintas maneras, creando así métodos de cocción, según la conveniencia o la necesidad. En los últimos dos o tres siglos también se han encontrado formas de reemplazar el fuego con otras fuentes de calor.
Pero las cocinas tradicionales del mundo entero no pueden separarse de las llamas. Y Sudamérica, por supuesto, no es una excepción.
El gran cocinero argentino Francis Mallmann dice que es el fuego –y no el maíz, o la papa, o los pimientos– el lenguaje que unifica al continente americano desde tiempos precolombinos.
Hasta el rincón más frío y remoto de Sudamérica ha sido llamado por sus primeros extraños visitantes europeos la “tierra del fuego”.
Y es que ése debería ser el nombre de todo el continente, y no sólo de su isla más austral.